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Mi Viaje a Nueva York 0

Gano 1500 dólares a la semana. Me encanta ser mesero, y Serena exagera

Si se perdieron el testimonio de Serena, léanlo aquí. Esta es la respuesta a sus lamentos por parte de un italiano.

Querido Piero, leí con interés la historia de Serena. La leí de un solo tirón y hasta el final, y no puedo negarte que sus palabras me afectaron, me hirieron. Por un motivo muy sencillo. Ella miente. O por lo menos esconde una parte de la verdad que para mí es la parte más bella que representa la esencia del sueño americano, es la razón por la cual muchos vienen a Nueva York, y por la que Serena continúa quedándose. Y la parte que esconde es que Nueva York es el único lugar en el que trabajando como mesero puedes realizarte de verdad, sin quedarte al margen de la sociedad.

¿Por qué se queda? Podría tranquilamente irse a un lugar donde, desde su punto de vista, la restauración sea más controlada. Yo soy un gerente de un pequeño restaurante. Vivo desde hace 5 años en Nueva York, y al principio me quedé de manera ilegal, superando los 90 días como turista. Para superar este obstáculo, muchos deciden casarse pagando una buena suma de dinero a la futura esposa. Yo no. Yo tuve la suerte de casarme por amor, si bien fue difícil convencer a mi esposa de que era sincero, y que no estaba interesado sólo en los documentos.

Recuerdo cuánto temor tenía cuando le iba a entregar el anillo para pedirle que se casara conmigo. No quería que el día más bello de su vida se viera empañado por la duda de que le estaba pidiendo la mano sólo por interés. Y tenía razón. Ella me dijo que no, si bien en el corazón sí quería casarse conmigo, y yo sentía que iba a lograrlo.

Se necesitó tiempo, y luego se convenció. Y luego también tuvimos una niña. Pero no es de esto que quiero hablarles, sino de aquella presunta semi-esclavitud de la cual habla Serena, y que es pura mentira. Ciertamente trabajar como mesero es un trabajo duro, se trabaja bajo presión y como en todos los ambientes laborales hay problemas, desacuerdos e incomprensiones. Y yo también, si quisiera, podría contarte episodios desagradables que he tenido que enfrentar y que me hirieron, pero no me desmoralizaron.

La verdad es que si este trabajo humilde se hace con profesionalismo, a la larga los resultados llegan. El problema de Serena, y que se puede ver a través de sus palabras, es que ella lo hace de manera apática, con la cabeza en las nubes, y además, sale de su trabajo antes, y cuando su jefe la llama no le pide disculpas y no trata de explicarle la razón por la cual salió antes. Bastaba con decir que había tenido un imprevisto. Pero le responde que así hacen todos, de manera casi provocativa. Yo también la habría despedido. Sin duda.

Con el mexicano, no se pregunta si este pobre cocinero que está detrás de la estufa está cansado o no, pretende que le cocine algo, cuando tranquilamente podría hacerlo ella misma. Y cuando él se niega a hacerlo, ella le dice que México es un país atrasado. Cuando se da cuenta de que no le dan el dinero que le correspondía, va directamente donde el propietario, en lugar de hacer lo más natural que existe: es decir, hablar primero con el gerente y comprender de qué dependía la diferencia en el salario. No, querida Serena, yo he estado en la restauración desde hace cinco años, y tengo la perspicacia para comprender que este mundo no está hecho para ti, y que tal vez simplemente este no es tu trabajo. Haz otra cosa. En serio, hazlo primero por ti, porque si bien en Nueva York debes sobrevivir, no vale la pena hacerlo en estas condiciones. Es verdad, hay diferentes maneras de despedir a una persona. El jefe podría haberla esperado, hablar con ella, darle un preaviso, pero la restauración es un tipo de sector en el cual se encuentra trabajo rápidamente. El hecho de que lo despidan a uno no es un trauma, y también tú lo sabes. Además, incluso Serena admite que siempre ha encontrado trabajo. Yo empecé ganando $400 a la semana, ahora después de cinco años, gano $1500. Siempre a la semana. Ciertamente yo hago este trabajo por pasión, y tengo como objetivo abrir un restaurante propio algún día. Yo sé que algunos lo hacen simplemente para meterse algo de plata en el bolsillo. Y está bien hacerlo así, pero no duras mucho si no te haces por medio de las durezas y las satisfacciones de este trabajo, en el que nosotros los italianos somos los mejores del mundo. Conozco gerentes que ganan también el triple de lo que gano yo, otros que siendo meseros se han convertido en ricos empresarios de la restauración, con barcos que surcan la bahía de Nueva York. ¿Sabes por qué te lo digo? Porque en mis días malos pienso en esto. Pienso que en Italia como mesero ganaba 25 euros toda la noche hasta las cinco. Que nunca podría haber ganado lo que gano aquí, ni siquiera si hubiera sido el dueño del restaurante. Porque junto a mi esposa, tenemos una bellísima casa con un jardín en el que podemos hacer barbacoas, una niña maravillosa, un Mustang que me hace orgulloso. En el tiempo libre vamos a las Bahamas y somos felices. Soy feliz también porque en los días festivos paseo por Nueva York, y me siento privilegiado de gozármela. Despierta Serena, te encuentras en Nueva York, no eres una esclava en una plantación de algodón, deja de quejarte.



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