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Mi Viaje a Nueva York 0

Fui a probar la carne de Nusret y estas son mis conclusiones

Si la única medida de juicio para juzgar un restaurante es “pagué poco y comí bien”, entonces Nusr-Et con seguridad no es el lugar al que se deba ir.

Aquí se paga mucho y se come a su manera, es decir, a la manera de una persona que inició como carnicero en Turquía, y que en pocos años ha fundado un imperio de restaurantes a base de carne, con más de 10 restaurantes en todo el mundo. Sin embargo, su fama no deriva de un simple golpe de suerte en Instagram, de la habilidad erótica de cortar la carne, sino de la fama que su primer restaurante, abierto en Estambul en el 2010, le garantizó junto al afecto de la clientela internacional que se creó en Dubai, en donde abrió en el 2014. La carne es de excelente calidad, de esto no hay duda alguna, y es parte de su éxito. A mí también me pareció excelente.

Nusret (conocido también como Salt Bae) es sobre todo, un obsesivo. En el sentido positivo del término: todos sus meseros y cocineros deben ser exactamente lo que el es. Y, de hecho, el espectáculo de cortar la carne de manera escénica en tu mesa es algo que es aprendido, y todos deben saberlo. Todos son pequeños clones del maestro.

¿Cuál es mi opinión? Ahora les digo, en vista de que he probado tanto la de Miami como la de Nueva York. Precios y menús idénticos.

El restaurante es muy costoso, aún para los parámetros de Nueva York, donde las Steak House son ya costosas de por sí.

Desde el punto de vista del restaurante en sí mismo, a pesar de los precios, siempre está lleno, todo por él. Conozco centenares de lugares que tienen precios accesibles y con comida de buena calidad, que están vacíos. En este mundo tan competitivo de la restauración, cuenta quien vence y vence quien logra atraer la clientela que se ha fijado como meta. No existe una clientela mejor o peor. Existen sólo restaurantes vacíos y restaurantes llenos.

Este no es un lugar para familias, no es un lugar al que vienes el domingo para comer abundantemente y pagar poco. Este es un lugar que nació y creció para aquella que yo defino como “clase aspiracional”. Luego les explicaré a qué me refiero.

Un restaurante que posee una fuerte carga de erotismo, gracias a las luces tenues, a la música perfectamente calibrada y al tipo de personas que lo frecuentan. Porque si bien el propietario juega mucho con esta pornografía de la comida, y con su imagen de hombre en forma, que va frecuentemente al gimnasio, que viste Gucci y que te sazona la carne con un Patek Philippe en la muñeca.

Un local que atrae gente adinerada, gente que sigue las modas, gente que quiere probarlo al menos una vez en la vida por curiosidad, pero sobre todo, personas que aún sin podérselo permitir, entre un Martini y el otro, se detienen en su bar, con la esperanza de tener encuentros interesantes, bien sea de trabajo o sentimentales. Porque esta es la clave para comprender la restauración en las grandes metrópolis: si se “aspira” (por esta razón he dicho clase aspiracional) a algo mejor en el futuro, a cambiar el propio destino, es necesario invertir en sí mismo, también desde el punto de vista de las relaciones.

Yo voy al Chivito de Oro en Queens cuando quiero comer buena carne y pagar poco, pero son dos experiencias distintas. Allá voy porque busco lo que hay ahí, voy donde Nusret porque busco otra cosa. Y ambas experiencias tienen un sentido en mi vida.

El hecho de ir a comer a un restaurante, no se trata de “lo que comes”, la experiencia que comprende se juzga por muchos parámetros. Les doy un ejemplo. Pagué 275 dólares por la Tomahawk. Es claro que es cara (no carísima para los parámetros de Nueva York), pero si incluyen que Salt Bae, que es una estrella internacional, viene a tu mesa para hacerte el espectáculo, quieran o no, habrán pagado poco. Porque esa obra teatral de prepararte la carne, según mi percepción, ha tenido un valor superior al precio que pagué. Y les digo algo más: para poder tener ese espectáculo ahí, aún habría pagado el doble (espero Salt Bae no se dé cuenta). Y al igual que yo, muchos otros lo harían también.

¿Somos estúpidos? Ciertamente lo somos, desde la óptica de quien juzga sólo en base del parámetro “comes bien y pagas poco”. No lo somos, si nos juzgas desde la óptica de la metrópoli, de personas que coleccionan experiencias, historias, también fotos, y que se mudan a este mundo con la mirada desencantada de quien quiere comprender antes de juzgar. Estamos en Nueva York porque somos curiosos. Y Salt Bae nos ha causado curiosidad. Todo eso sucede aquí.

También hay otra cosa. Depende de las prioridades de la vida, de las posibilidades económicas. Si alguien tiene una familia qué mantener, tendrá otras prioridades, y pensará dos veces antes de concederse un lujo. Pero esto no quita en nada o no pone en tela de juicio la validez de la experiencia en sí misma. En una economía de lo superfluo (estamos en una economía de lo superfluo, esto lo debemos tener claro), mal que bien, Nusret es sólo un capricho como cualquier otro. Al día siguiente comeremos una rebanada de pizza de un dólar y ya estaremos parejos. O renunciaremos al paseo fuera de nuestra puerta o a comprarnos un nuevo par de zapatos. En una economía de lo superfluo tenemos viarias posibilidades para escoger, cada una de las cuales tiene el mismo valor que la otra. Lo importante es que quienes escojamos seamos nosotros.

Muchas de las críticas que he escuchado son las clásicas y previsibles. Del tipo de quien frente a una obra de arte contemporánea dice “hasta yo podría hacerla”. Alguno de ustedes dijo que con ese dinero se compraba una vaca entera, otro que es una humillación a la miseria, otro que Nusret es un listillo que se burla de los clientes. Todas son críticas válidas, razonables, y sobre todo, necesarias para Nusret, pues así se certifica su dimensión de “persona de gran popularidad”.

Nusret continuará teniendo restaurantes llenos, autos de lujo y disfrutándose la vida, mientras que la persona que lo critica habrá perdido una oportunidad para comprender “cómo lo ha logrado”. Esto es lo único que cuenta y que les debería interesar: “¿Cómo lo ha logrado él y cómo podría yo hacer lo mismo?” No cierren la puerta para irse con rabia, sino ábranla y vean dentro. Vayan a ver siempre, en este gran póker que es la vida. La invitación que les hago es: vayan, aunque lo odien. Gástense el dinero. Vayan y analícenlo como en un estudio de caso, traten de sacar provecho de las personas que tienen éxito, para cambiar la trayectoria de su vida, y quizás mañana podrían ustedes mismos ir más allá de los límites que ustedes mismos se han impuesto. Y finalmente, encontrar un camino.

Tours en Nueva York



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  • Vicent en

    Muy muy buen artículo 👍🏼

  • Panchita en

    Bueno este señor no disfrutó el momento por pasar grabando, todo el rato viendo a la cámara mientras le cortaban la carne

  • DAvid en

    Expectacular experiencia que habrá que repetir en conjunto un 10 exótico erotico músical impresionante 😎 tuvimos la oportunidad en día 1 de enero del 2020 de cenar con toda la familia en DUBAI

  • kk mknkn en

    quien te pidió tu opinión?

  • Andres Segura en

    Coincido, totalmente aspiracional, mucho hedonismo, este argumento de vivir la experiencia nos esta convirtiendo en seres irresponsables, totalmente consumistas, pueda o no pagar (cosa que a nadie interesa) esta experiencia a mi parecer es superflua, momentanea y vanal.



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